Tuesday, July 15, 2008

Si se puede

Recientemente tuve la oportunidad de estar en la ciudad de Medellín, Colombia. Una urbe de casi 2 millones y medio de personas la cual está sin lugar a dudas a la vanguardia en cuanto a desarrollo y prosperidad. Pude pasearme por sus calles, tanto en el día como en altas horas de la noche y constatar la belleza y la tranquilidad con que se vive en la capital de Antioquia. Actualmente cuenta con una gran vida cultural, ambiente nocturno, buena comida, sin mencionar su larga tradición como importante centro económico dentro de Colombia. Y se está convirtiendo en una ciudad de talla internacional, prueba de ello son tanto la Asamblea General de la OEA, celebrada a principios de junio pasado y las reuniones del BID que se llevarán a cabo el próximo año. En pocas palabras Medellín es una ciudad muy agradable para visitar, y también para vivir con tranquilidad.

Aún para cualquier persona que desconozca la historia reciente de Medellín, no me cabe la menor duda que la ciudad dejaría una muy grata sensación. Sin embargo, la infame historia alrededor del Medellín de los 80´s y 90´s es sumamente conocida, hecho que multiplica, para bien, el impacto que la ciudad causó en mi, y seguramente en muchos viajeros hoy día. Si bien, los detalles precisos se nos pueden escapar a la mayoría de las personas, poca gente no ha oído hablar del Cártel de Medellín, o de los atentados de las FARC, los conflictos de los paramilitares, en fin, para un ciudadano enterado de las noticias a principios de los 90´s, Medellín era una zona de guerras y violencia que debía ser evitada a toda costa.

En el transcurso de alrededor de 10 años, Medellín ha logrado salir de un infierno de violencia para convertirse en un faro de desarrollo tanto económico como social y humano, el cual ha sido recientemente mencionado por el Washington Post en un extenso artículo al respecto.

Casi un mes antes de publicado el artículo sobre Medellín, el mismo Washington Post publicó otro extenso artículo sobre Tijuana, México. Siendo oriundo de Baja California (estado donde se encuentra Tijuana) me dolió ver en la primera plana del Post el encabezado “Tijuana Strip Turns Ghostly in Wake of Drug Violence”. Si bien me impactó que estuviera en la primera página del Post, el contenido no era nada nuevo. De todos conocida es la espiral de violencia que se vive actualmente en México, y más fuertemente en ciudades como Tijuana, Ciudad Juárez, Culiacán entre otras. Esta situación la pude sentir en carne propia en un viaje a dicho estado donde era claro el ambiente de inseguridad y miedo en que viven familiares y amigos.

Y yo justo que venía regresando de Medellín.

La experiencia colombiana, pues hay que reconocer que no solo Medellín sino otras ciudades como Bogotá han tenido resurgimientos espectaculares, indica que hay esperanza. Si en Colombia se pudo llevar a cabo esta transformación en una década, de alguna forma se puede empezar el proceso de cambio. Habrá quien diga que son contextos diferentes, que no se pueden extrapolar las lecciones aprendidas, que en Colombia tocaron fondo y desde ahí se levantaron, mientras en México no hemos tocado fondo, etc. Sin embargo, la prueba de que se pueden hacer cambios sustanciales en un período corto ahí está, tomando las medidas correctas.

1 comment:

mainer chris said...

luis - muy seguramente hay esperanza para Tijuana...BUT I think it is important to not conflate to very different cultural and historical moments. Si bien es cierto que la violencia no tiene nacionalidad, creo que si es cierto que la violencia que experimento Medellin fue resultado de una coyuntura de circunstancias historicas culturales bastante especificas. Very particular legacy of violence (political and criminal) aside, I think that the role of very unique players such a Pablo Escobar may make the Medellin case a difficult one from which to draw broadly applicable lessons. That said, hope is not lost for Tijuana. As insightful public servants, such as Mayor Fajardo, did in Medellin, I think that security solutions for Tiujuana and much of Northern Mexico for that matter, maybe need to pursue is a reconceptualization of violence in broader terms, terms that encompassing all Mexican. I am afraid that narrowly drafted temporary solutions such as Plan Merida are mere ineffectual band-aids. If the Medellin transformation is unique, it is because it demonstrates a deep understanding of colombianidad in terms not political, but personal, sociological. I sincerely hope the same for Tijuana, but i don't think it will come packaged as Plan Merida.